10 de junio de 2005

La tita está llorando

Hoy hace un mes que Michael (se pronuncia tal como se escribe) de 5 años, y su mami Rocío llegaron a Sevilla. Y llegaron tras una historia tan larga, como sufrida, como... bonita. Supuso esto el segundo reencuentro de Rocío con Carlitos, su otro hijo de 3 años, que nació en España, y que con 2 añitos fue a Ecuador a buscar a su mami, que a su vez había vuelto a Ecuador meses antes a buscar a su otro pequeñín: Michael.

Para ambos soy el tito carlos, pero no soy el único (ni por tito, ni por carlos). Y a mí se me cae la baba. Y a tí si los conocieras.

La marcha del carlitos chico a Ecuador, en mayo del 2004, fue un palo durísimo para los que quedamos en Sevilla. Fue una de las cosas más tristes vividas. Recuerdo aquella madrugada, con mis hermanas en la puerta tratando de ocultar sus lágrimas, y el carlitoschico diciéndome desde el asiento de atrás del coche, en su habla no formada pero entendible, que las titas estaban llorando... "tito, a tita a oando".

Se me escaparon estas palabras aquella mañana de 21 de mayo, triste mañana. Pero ahora los dos hermanos pululan por los alrededores, y la vida es otra. Y su madre está con ellos, y su papi lo estará pronto.

El tito está sonriendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y muchos otros también sonreimos al ver a los muchos carlitos que hay por el mundo. Y muchos más lo harían si tuvieran más tiempo para prestarle atención, tal vez si tuvieran menos tiempo para trabajar podrían hacerlo. Yo mismo aprendí a hablar casi a la par de uno de ellos que tiene casi 20 años menos que yo. Así tuve oportunidad de entender algunos de los mensajes que lanzaban los otros, de admirar cuanto se puede aprender de quien nada ha aprendido, de quien poco prejuicios tiene, de quien vacía su mente y se adapta a las circunstancias no para ver problemas sino para encontrar soluciones.

Volviendo al carlitos original, el pequeñito, recuerdo una anécdota de hace pocos meses, cuando me lo encontré con Alicia - a través del espejo - y al intentar saludarlo pasaba de mí. Pero cuando escuchó "dale un besito" pasó de sus saltos y danzas rituales alrededor de un tambor y se acercó rápidamente con los morritos apuntando hacia arriba. No era la primera ni la última vez que me pasaba algo así con este ni con otras pequeñas personas.

¿Por qué nos olvidamos de lo que fuimos o de lo que somos? Personas capaces de acudir sin miramientos ante una llamada de besito. Con los años algunos no somos capaces de dejar nuestros sobre-saltos, nuestras carreras o nuestras danzas rituales alrededor de lo que sea. Ni aunque personas que conocemos desde hace mucho estén pidiendo a gritos(a veces unos gritos muy silenciosos) que vaciemos la mente de cualquier problema y acudamos a darle un apretón de manos, un abrazo o un beso. A volver a mostrar el cariño que siempre hemos podido mostrar cuando ha hecho falta: siempre.

Daos la paz.

vitalidad dijo...

Que bonito, el post que más me ha gustado. Yo no sé si podría vivir sin mi hija, y eso que va a cumplir 18 años, pero no puedo imaginar el dolor de separarse de un niño pequeño, de tu hijo.