29 de agosto de 2011

Como pez en el aire

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Estoy sentado, mirando al mar directamente a los ojos. Pienso que muy muy al fondo, en donde nacen las olas y el propio horizonte no sabe si es cielo o es mar, debe haber una vida marina muy agitada que desde mi posición es imposible ver, siquiera imaginar.

Estoy tan absorto como puedo, y escucho a una mamá que le dice a su hija pequeña que no se meta en el agua que hay olas muy altas. Mientras la niña se vuelve e inicia un intento de réplica a su madre, un pez de cierto porte da un salto bastante pronunciado, saliendo del agua, para volver a entrar en ella con bello carpado con doble tirabuzón que es el deleite de los que miramos al mar. - ¡Anda, Virginia! ¡Te lo has perdido! ¡Un pez grandísimo ha dado un salto y ha salido del agua! - escucho cómo le dice la mamá a su niña. Recuerdo aquel documental que vi aquel día, que decía que cuando todo cambie en el planeta que llamamos Tierra (Earth/Terre/Urantia), incluso después del planeta de los simios, cuando El Hombre sea el combustible fósil de futurísimas generaciones, los animales voladores que poblarán este planeta serán los evolucionados a partir de los llamados peces voladores, que cada vez darán saltos mayores ... hasta que vuelen.

Nosotros, que nos desenvolvemos en tierra firme, decimos cosas como no te metas pa lo hondo, Yonatan, o Salte ya del agua que tienes los labios morados, los dedos arrugados y un ojo al lado del otro. Claro. Nuestra atmósfera ambiente es el aire. En él nos desplazamos, somos y estamos. Al cambiar de medio, del aire al agua, decimos "meternos en el agua" y viceversa.

Reflexiono.

Le digo mentalmente a la mamá de Virginia "no, el pez ha salido del agua relativamente. En realidad ha entrado en el aire". Imagino a la mamá del pescaíto saltarín pidiéndole que no se meta en el aire muy a lo hondo, que hay frentes del sáhara, que hay levante, o que hay terral. Imagino al pez saltarín sintiendo lo que yo cuando buceo, y tengo en mente el volver al aire para sentirme bien y tranquilo.

El medio natural del pez es el agua del mar. Por tanto, desde su punto de vista, al pasar al aire, está entrando en él, se está metiendo en el aire, su medio extraño. Cuando cae al agua tras su pequeño vuelo sin motor conteniendo su respiración, está saliendo del aire.

Ahora comprendo que he estado un tiempo como pez en el aire. Pero llega un momento en que debes tomar conciencia de manera inconsciente de que simplemente tienes que dejarte caer y sumergirte en tu medio natural. Y respirar.

24 de agosto de 2011

De la Tierra a la Luna pasando por el Sol de la Roja

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Y EL SUPEREGO MEDIOAMBIENTAL

Lo del cambio climático es preocupante. ¿Verdad? El sobrecalentamiento al que estamos los humanos sometiendo al Planeta que llamamos Tierra, debido principalmente a las emisiones industriales de CO2, de C3PO y R2D2. Somos malos, muy malos. Por tratar así a la Madre Tierra, a la Amable Atmósfera, a la Tierna Agua. No demostramos nada de respeto por el sitio que nos da cobijo, ni por el lugar que nos permite poner nuestros pies sobre él, ni por el espacio (¿tridimensional?) que nos da existencia. Somos malos e irrespetuosos hasta el extremo. Tanto, que nos creemos dueños de los metros cuadrados que hemos escriturado en el notario, dueños de las hectáreas y parcelas que hemos ¿limitado? con una alambrada, dueños y señores de cielo y tierra. De la tierra de la Tierra ¡y de los espacios aéreos! ¡Hasta de la tierra de la Luna! El primero que llegue que ponga su bandera con su fuerte brazo, ¡y ya está! ¡Mío! ¡Yo lo vi primero! Conquistado, en virtud de mi delirio de grandeza y del de mi cabeza. ¡Cabeza!

No negaré que el cambio climático, que el calentamiento global y las patas de gallo del planeta que habitamos me preocupan y me interesan sobremanera. Pero añado hoy un matiz a mi perspectiva del problema, que tiene que ver con el infantil conflicto del sitio comentado en el reflejo anterior. Tal es nuestra soberbia, que pensamos que ¡DESTRUIREMOS LA TIERRA! Hombre, si Fukushima estuviera en lo que llamaron Hispania, a lo mejor ya hubiéramos enterrado a la Tierra (¿lo pillas? qué arte tengo), pero me parece que lo que destruiremos, si acaso, es el confort (de algunos) efímero y puntual de la vida humana tal como la conocemos de unos siglos para acá. Creo, que no tenemos tanto poder, con el permiso de la energía nuclear. El exceso de preocupación me desprende cierto tufillo a soberbia humana. No es pa tanto. ¿O sí?

No nos engañemos (pienso yo), el planeta que llamamos Tierra evolucionará, cambiará, si me apuras se adaptará a las acciones inhumanas de los humanos. Al fin y al cabo cañaveral, sobrevivirá. El planeta que habitamos, seguirá, como siguió tras los brusquísimos cambios climáticos que suponen las glaciaciones, los leñazos de meteoritos, las vueltas y vueltas día y noche. El Hombre, como los dinosaurios, problamente esté de paso aquí. El cambio climático provocado por la acción del hombre, provocará nuevos cambios. Nada más, y nada menos.

El Sol, ese que nace diariamente por oriente, dirá cuándo es hora (¿hora?) de cambiar de escenario cuando se convierta en gigante roja, como nuestra flamante campeona del ¿mundo?

18 de agosto de 2011

GRACIAS, SITIO

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Perdone, señor, está usted en mi sitio.
Oiga, ese es mi sitio.
¿Sí tío?
Oiga, haga el favor de salir de mi propiedad o lo escopeto.
¡Fuera de mi feudo!
Mis dominios llegan hasta donde no alcanza la vista.
Bueno, ¿se quita usted, amable caballero, de mi sitio... ¡O TE PARTO LA CARA!

Me resulta muy curioso cómo cuando estamos en un sitio, pensamos que lo poseemos. El hecho de pisar con los pies o posar las posaderas en un lugar, nos hace pensar que somos sus dueños, aunque sólo sea por un momento, mientras dure el espectáculo, mientras no me levante y me vaya a Sevilla, o mientras no ande. ¡Ay, qué soberbia más soberbia! Y puestos así, me pregunto ¿por qué poner un límite a esa soberbia posesión? ¿Por qué nos contentamos con el escueto 1/2 metro cuadrado bajo nuestros pies, o con la silla que sustenta nuestro culo? ¡Extendamos nuestra soberbia posesión! ¡Sin límites! Ummmm ¡Todo es mío! ¡Ea!

Este fin de párrafo tan infantil no es casual. El problema del sitio lo arrastramos desde niños:
buaaaaa, quítate de ahí, buaaaa Pepito se ha puesto en mi sitioooooo buaaaaa. ¡Este es MI sitio!

Con los niños se resuelve fácil este conflicto. Observo que observan con intuitiva rapidez y con clara claridad el absurdo de su postura ante preguntas como ¿te vas a llevar el sitio a casa luego? ¿el sitio no estaba ahí antes de que tú llegaras? Sí. Es el sitio el que nos deja estar, y no al revés. Así lo veo yo, como lo han visto antes que yo millones de personas.

Cuando uno se aferra al sitio en el que está, proclamándolo como suyo con soberbio orgullo, ¿no es el sitio el que lo esclaviza y lo posee, y no al revés?

Propongo un reflejo en el (maldito) cristal, como otros muchos lo hicieron de manera brillante (con arroz, de oriente) antes, mucho antes. Propongo iniciar una relación distinta con el suelo que te sustenta, con el espacio en el que te encuentras, con el aire que te envuelve y con la fuerza que te une al suelo. Propongo no alimentar la idea de vencerlos, diciendo que los poseemos. Propongo agradecerles su amable compañía, incluso su cortés permiso para estar. Propongo no decir más eh, este es mi sitio. Propongo pensar eh, ahí estuve yo antes, espero que él también disfrute de ese sitio. Propongo no respetar los sitios, sino más que eso. Sí, tío. Propongo decir Gracias, sitio. Porque después de nosotros, otros vendrán. Porque antes que nosotros, otros estuvieron. Porque antes que nosotros, otros estarán (¿?).