Hoy me ha dado por navegar por Google Imágenes, Google Images, y he acabado dando un paseo tranquilo por la orillita, pisando arena las más veces, pisando piedrecitas las menos, pisando piedrotas las más menos. Un paseo super tranquilo, de esos que no te paras a decidir cada uno de tus pasos ni la ecuación de tu trayectoria inmediata, ni siquiera visualizar el dibujo que dejarán tras de ti tus huellas. Tal es así, que ha sido de esas veces que no te importa en absoluto que te llegue una oleada fría repentina y te moje hasta el tobillo del vecino.
Me ha dado por mirar fijamente a los ojos a las imágenes de piedras que iba dejando bajo mis pies, y las de los alrededores. He visto piedras muy bonitas ciertamente, créeme, y las he dejado atrás sin pena ni gloria. Las grandotas resaltan mucho, por el contraste con las pequeñuelas, y son las que normalmente recojo, para que me acompañen durante un rato. Pero hoy me ha dado por no cogerlas. No me decido a coger ninguna. Es más, decido no cogerlas.
Muy feliz andaba yo por entre las imágenes, cuando mis planes cambiaron. De repente mi vista se centra en una piedra marrón irregular, más bien del montón, que resalta por ser nada resultona, sólo por su tamaño relativo, pero que en valores absolutos tampoco es que sea muy grande (la verdad sea dicha). Habiendo dejado atrás innumerables imágenes más bellas que esta, veo como ciento digo siento el impulso necesario para hacer el esfuerzo de parar la inercia del paseo, doblar las rodillas, inclinar un poco el espinazo, establecer una posición de equilibrio estático, alargar el brazo ¡y coger la piedra! (¡aplausos, por favor!). ¡Me decido por ella, y la cojo! ¡La escojo! La elijo, como el hijo de vecino, y más ancho que pancho, prosigo mi paseo, ni guapo ni feo.
Reflexiono. Intento no reflexionar, porque ya bastante me he flexionado para coger esta piedra tan vulgar.
Mientras una ola más larga de la cuenta me sorprende, y los edificios dejan que el Sol vuelva a iluminar mis pies, me ha dado por reconsiderar todo el proceso.
¿Qué mágico y maravilloso poder tiene esta vulgar piedra, que me ha elegido para que la coja, para que la escoja? ¿Por qué me ha escogido?
¿Por qué se ha decidido ella por mí, y me ha influido tanto?