26 de enero de 2007

CIFRAS Y/O LETRAS

5 postillas
-¿Pedimos otra de puntillitas?-

Este es un reino de palabras. A la blogoesfera, me refiero. Me encantan las palabras. Dan un juego tremendo en la vida, y entre ellos el mayor -por Grande- de los juegos: el juego de palabras, que es la base del humor, en el buen sentido (en el sentido del humor). En definitiva, que quien domina el humor es porque domina las palabras, cumpliéndose además que el contrario no es cierto. La ambigüedad, la relatividad, las connotaciones, las familias semánticas, las acepciones... son cualidades magníficas de las palabras. Magníficas para el que trate con bondad esta cualidad, claro está. Habrá, no obstante, quien en este reino de palabras, la blogosfera, mida un blog u otro por su número de visitas, o por el número de postillas (comentarios), y habrá quien los mida por la calidad de las palabras en él contenidas, y la relación entre ellas. Cada cual se servirá al gusto: objetividad o subjetividad. Cifras y/o letras.

Ocurre, que me apasionan los números. Más que los números en sí, el rigor al que someten al Universo. La exactitud, la precisión, la concisión, el acierto, esa inequívoca medida, la denotación ... me trae loco. Es una virtud ésta que se convierte a veces en modo de vida, o modo de expresión, o modo de interpretación. Ahora bien, los números necesitan a las palabras para ser explicados. Me corrijo: un hombre necesita de las palabras para explicar un dato a otro, o bien para que cobre sentido como respuesta a una pregunta (-¿Cuántos años tienes, Bartola? - 43). Esa necesidad, obviamente, no es intrínseca de los números, sino del Hombre. Y si no te gusta la palabra necesidad, digamos Interrelación a modo de colaboración.

Me gusta aplicar las características de los números a las letras. Lo reconozco. Y reconozco que eso vuelve casi locos a muchos de los que me rodean (ver poste anterior, el puntillita y la persona humana (ambos dos)). Pero es que me gusta el rigor a la hora de elegir una palabra u otra, una expresión o la de al lado. No lo puedo evitar. Y es que creo que se puede ser preciso a lo hora de expresarse, cuando sea necesario serlo. Se trata de coger una virtud de unos (los números) y sumarlo a una virtud de otros (las palabras), conjugándolas: precisión en la comunicación.

De todas formas, igualmente reconozco que debo plantearme seriamente el bajar el nivel de rigor en las conversaciones coloquiales y ordinarias (no por vulgares, sino del día a día).

Ojo, porque en política se hace lo contrario. Se coge una característica de uno de los componentes y se aplica al otro, pero maliciosamente: tenemos un dato (objetivo), bien, pues seremos tan ambiguos como podamos, y tan vacíos de contenido como queramos, a la hora de comunicar ese dato (evidentemente para sacar tajada). Y después lo disfrazaremos con el socorrido "aquí el que no se contenta es porque no quiere*", o el indignante "en Europa las casas son más caras aun"... No hay más testigos, señoría.

*en los resultados de las elecciones, mismamente.
Ahora ponle una postillita al puntillita, por caridad de personas humanas, poddió.

23 de enero de 2007

El puntillita y la persona humana (ambos dos)

18 postillas
La elección de las palabras, en la medida de lo posible, no debe ser azarosa o caprichosa, o según convenio (colectivo o individual). Este pensamiento me ha llevado a ser etiquetado -no sin razón, lo asumo- como el puntillita por buena parte de amigos y familiares. Recuerdo con mucho cariño una fiesta sorpresa de cumpleaños en petit comité, en la que me pusieron un gorro que ponía eso: PUNTILLITA. Ana, Carlos, Inma y Toro llevaron cada uno un apelativo. Yo creo que a mí me deberían haber puesto EL DICHOSO PUNTILLITA, por pesao. :D

Bueno, a lo que iba. Hay en el mundo de las palabras, algunas incorrecciones que ciertamente molestan a la vista (haber por a ver, garage por garaje, echo por hecho) y otras que lo hacen al oído (en por eh, adonde por dónde, tragiversar por tergiversar, dale usted, etc.). Pero a pesar de las mencionadas, y a pesar de las no mencionadas y que todos tenemos en la cabeza, sin lugar a dudas, las expresiones que más me molestan (creo que no exagero si aseguro que me descentran; que me mosquean; me hieren los tímpanos) son las extendidas expresiones PERSONA HUMANA y AMBOS DOS.

Ni énfasis, ni epítetos, ni leches. BRRRRRR. No puedo con estas expresiones. Están los seres humanos, y están las personas (en su mayoría coinciden los dos grupos, ... espero). ¡Pero no las personas humanas! ¡Puñeta! Ya puestos a mezclar, ¡digamos 'Vivan los seres persona'!

Ambos, se refiere a los dos mencionados o entendidos. O me dices que te gustan los dos, o me dices que ambos. Pero por favor, no me digas que te gustan ambos dos. Agggghh. Ni en broma.

A mí me sorprende mucho cómo esos usos flagrantes del lenguaje son tranquilamente asumidos por todos, o casi todos. Y no me vengan con lo de que Chiquito puso de moda lo suyo, o Martes y 13 pusieron de moda lo de ellos (jaté).

Bueno, pues ya lo he dicho. Ea. Lo solté. Ahora, queridas personas humanas, me encantaría saber qué expresiones os ponen malos de los nervios al escucharlas en boca ajena. Tú y tú, ¡sorprendedme ambos dos!

15 de enero de 2007

El sentido del avance tecno-social

13 postillas

La tecnología, con la robótica -quizás- a la cabeza, el progreso, la programación de autómatas, operaciones por intenet, etc., suelen ir por el camino de tratar de hacer la vida de los hombres (y mujeres (y hombres())) más sencilla, más agradable, menos farragosa en algunos casos. No deja de ser curioso, pues a mí al menos me sorprende, que el sentido por el corre es el de una mera sustitución del sujeto activo en esas operaciones que nos resultan desagradables, complicadas, imposibles o poco factibles (horarios), o peligrosas. Este sentido, está equivocado. Malentendido.

En lugar de hacer que las máquinas y robots planchen, limpien, frieguen, cocinen, corten hierba,... debemos conseguir que esas tareas se conviertan en innecesarias, y ciertamente lo sean. Esa sería la auténtica re-evolución: no ahorrarnos remangarnos para que se remangue una máquina, sino olvidarnos de esas -a veces- inútiles tareas, o de esas otras -normalmente- dificultosas. Olvidemos el quítome yo pa ponerte tú.

No más hornos autolimpiables, sino inensuciables. No más planchadoras automáticas, sino ropa inarrugable. O ¡mejor aun! En lugar de esto último, sería de agradecer un poco menos de absurdos convencionalismos obsoletos como el de la ropa planchada.

Opino, por opinar (pues en este blog opinar es gratis, aunque no lo parezca por el nivel de participación), que es ése el sentido del camino que debe tomar el avance tecno-social. Reconduzcamos el progreso. Vaciemos nuestra mente. Sin miedo: frena, mira, da media vuelta y avanza. Evolucionemos inteligentemente.

No me dirás que no estás de acuerdo, ¿no?