18 de agosto de 2011

GRACIAS, SITIO

Perdone, señor, está usted en mi sitio.
Oiga, ese es mi sitio.
¿Sí tío?
Oiga, haga el favor de salir de mi propiedad o lo escopeto.
¡Fuera de mi feudo!
Mis dominios llegan hasta donde no alcanza la vista.
Bueno, ¿se quita usted, amable caballero, de mi sitio... ¡O TE PARTO LA CARA!

Me resulta muy curioso cómo cuando estamos en un sitio, pensamos que lo poseemos. El hecho de pisar con los pies o posar las posaderas en un lugar, nos hace pensar que somos sus dueños, aunque sólo sea por un momento, mientras dure el espectáculo, mientras no me levante y me vaya a Sevilla, o mientras no ande. ¡Ay, qué soberbia más soberbia! Y puestos así, me pregunto ¿por qué poner un límite a esa soberbia posesión? ¿Por qué nos contentamos con el escueto 1/2 metro cuadrado bajo nuestros pies, o con la silla que sustenta nuestro culo? ¡Extendamos nuestra soberbia posesión! ¡Sin límites! Ummmm ¡Todo es mío! ¡Ea!

Este fin de párrafo tan infantil no es casual. El problema del sitio lo arrastramos desde niños:
buaaaaa, quítate de ahí, buaaaa Pepito se ha puesto en mi sitioooooo buaaaaa. ¡Este es MI sitio!

Con los niños se resuelve fácil este conflicto. Observo que observan con intuitiva rapidez y con clara claridad el absurdo de su postura ante preguntas como ¿te vas a llevar el sitio a casa luego? ¿el sitio no estaba ahí antes de que tú llegaras? Sí. Es el sitio el que nos deja estar, y no al revés. Así lo veo yo, como lo han visto antes que yo millones de personas.

Cuando uno se aferra al sitio en el que está, proclamándolo como suyo con soberbio orgullo, ¿no es el sitio el que lo esclaviza y lo posee, y no al revés?

Propongo un reflejo en el (maldito) cristal, como otros muchos lo hicieron de manera brillante (con arroz, de oriente) antes, mucho antes. Propongo iniciar una relación distinta con el suelo que te sustenta, con el espacio en el que te encuentras, con el aire que te envuelve y con la fuerza que te une al suelo. Propongo no alimentar la idea de vencerlos, diciendo que los poseemos. Propongo agradecerles su amable compañía, incluso su cortés permiso para estar. Propongo no decir más eh, este es mi sitio. Propongo pensar eh, ahí estuve yo antes, espero que él también disfrute de ese sitio. Propongo no respetar los sitios, sino más que eso. Sí, tío. Propongo decir Gracias, sitio. Porque después de nosotros, otros vendrán. Porque antes que nosotros, otros estuvieron. Porque antes que nosotros, otros estarán (¿?).

4 comentarios:

carlitosreina dijo...

Tiene su mijita de guasa que las últimas tres postillas (incluída esta) de este tu blog sean mías. ¡Tú puedes evitarlo! ¡Ël no lo haría!

Luis Miguel dijo...

Pero entonces..este blog es ¿tuyo?..o existía antes de que tú llegaras?? o es de blogger.com???..o de tus numerosos lectores??...necesito respuestas al estúpido y necesario concepto de la propiedad privada...

postdata: el club del tupper siempre será tu casa!

carlitosreina dijo...

Ains, la propiedad privada... ¿quién no se ha preguntado algo así, verdad?

La respuesta no la sé, obviamente. Lo único que se me ocurre es hacerme la siguiente pregunta: a ver, carlitos alma de cántaro, ¿a quién te gustaría parecerte, a un animal que marca sus dominios con su orina, o al aire?

Tampoco sé la respuesta a esta pregunta jajaja.

Un abrazo, Luis. Grazie mile por tu huella.

carlitosreina dijo...

¡Anda! Ahora mismito están hablando del dicho quien se fue de Sevilla perdió su móvil. ¿Dónde? Programa AbraPalabra de canalsur2 (no decir canal absurdo, por favor, no seáis malotes).